Desde el período cavernoso cuando el sexo se redujo a un coito bestial no siempre estuvo de acuerdo, las cosas han evolucionado. Comenzamos desde un acto biológico cuya duración no excedió unos pocos minutos hasta una sesión artística que puede durar horas. Según diferentes culturas de todo el mundo, el sexo se ha convertido en una expresión artística cuyo objetivo final ya no es la reproducción. La esclavitud cae en esta categoría. Esta práctica original nació en Japón durante el período feudal. Los métodos de restricción se aplicaron primero a los presos y luego mucho más tarde a las parejas sexuales que exploraron áreas inaccesibles de su libido.

La esclavitud es hoy una práctica generalizada en Europa con nuevas variantes, incluso si Japón sigue siendo la madre tierra. Los grilletes ya no son lazos ásperos y dolorosos como en la época feudal. Los materiales utilizados hoy son suaves y minimizan la fricción entre la piel del sujeto y la unión. Pueden ser corbatas de plástico o incluso corbatas de seda. Lo importante es obstaculizar a su compañero y ponerlo en una situación de total impotencia que causa un placer extremo tanto para el esclavo como para el amo.

No debe olvidarse que la esclavitud es una práctica sadomaso que, por lo tanto, responde a la fantasía de este tipo de pareja. Del lado del esclavo, el disfrute nace de la sumisión. Estos grilletes que lo privan por completo de la más mínima libertad de movimiento y lo dejan a merced de otro le proporcionan un éxtasis increíble. Del lado del maestro, el disfrute proviene del control absoluto que ejerce sobre su pareja. Esta dominación va tan lejos como el uso de accesorios adicionales como corsés, camisolas o látigos. Es un juego de dominación considerado como una práctica extrema que implica riesgos, en particular para los obstaculizados.